Entre el 10 y el 12 de julio de 1997, millones de españoles siguieron la crónica anunciada del asesinato de un joven de 29 años, concejal del Partido Popular en Ermua, que fue arrebatado de su familia y asesinado por ETA sin la más mínima piedad, desoyendo la exigencia de todo un país hastiado de la banda asesina y que demostró junto a su gobierno, las instituciones y toda la clase política menos Herri Batasuna ir de la mano para intentar salvar la vida de Miguel Ángel Blanco mostrando firmeza democrática y no cediendo a la imposición de los terroristas.
Entre el 10 y el 12 de julio de 1997, millones de españoles siguieron la crónica anunciada del asesinato de un joven de 29 años, concejal del Partido Popular en Ermua, que fue arrebatado de su familia y asesinado por ETA sin la más mínima piedad, desoyendo la exigencia de todo un país hastiado de la banda asesina y que demostró junto a su gobierno, las instituciones y toda la clase política menos Herri Batasuna ir de la mano para intentar salvar la vida de Miguel Ángel Blanco mostrando firmeza democrática y no cediendo a la imposición de los terroristas.