Ariadne
Para Ariadne, los años inmediatamente después al atentado fueron los más difíciles. En sus propias palabras: “Me di cuenta de verdad de lo frágil que es la vida, de lo sola que me sentía en el mundo, de la falta que me hacía mi familia y de lo arbitrario que lo es todo. Tardé mucho en recuperar la ilusión y la sensación de seguridad, pero con mucho apoyo, lo conseguí.” También, recuerda con emoción la solidaridad de la ciudadanía. Nos comenta que si pudiera darle un mensaje a alguien que estuviera atravesando la misma situación, lo más importante sería transmitir que los momentos más duros vendrán después del suceso en sí. Cuando la adrenalina y el shock del momento desaparecen, y empiezas a asimilar la gravedad de lo sucedido. A veces puedes llegar a sentir que la magnitud de lo ocurrido no te cabe en la cabeza. Un pensamiento lleva a otro: sientes tristeza, desolación, confusión, culpabilidad por haber sobrevivido, por no haber sufrido más, no te sientes comprendido. Pero es importante saber que por muy intensas que sean todas estas emociones, aunque durante mucho tiempo sean lo primero en lo que piensas cada mañana o sean el leitmotiv de todos tus sueños mientras duermes, poco a poco, se irá atenuando esa intensidad hasta llegar a ser un susurro apenas apreciable con el paso del tiempo. Eso sí, reconoce que cuanto antes pidas y consigas ayuda de profesionales de salud mental, antes llegarás a bajar esa intensidad y recuperar la ilusión previa al atentado.
Ariadne se siente orgullosa de quien es, de haber rehecho su vida y de haber sabido pedir ayuda en los momentos más complicados. Actualmente, mira al futuro con la ilusión de seguir formándose como persona y como profesional y, principalmente, el deseo por encima de todo educar a sus hijos para que sean ciudadanos felices, sanos, solidarios y colaboradores en la lucha de hacer que nuestra sociedad sea más inclusiva y equitativa. Y, desde luego, desea tener mucho tiempo de calidad con las personas que más ama.